martes, 18 de junio de 2019

Se cumplen 73 años de este discurso del Teniente General Juan Domingo Perón






DISCURSO ANTE LEGISLADORES Y

DIRIGENTES POLÍTICOS DEL PARTIDO PERONISTA

18 DE JUNIO DE 1946



“NI SECTARISMO CERRADO, NI LIBERALISMO INORGÁNICO”

                                         General Juan Domingo Perón







“En la acción política, no basta tener una orientación que fije una conducta general, sino que es menester organizar una acción que saque de esa conducta general el mayor provecho posible., lo que evidentemente no sucede en nuestras fuerzas por falta de una organización más o menos racional y completa. Es casualmente a ese aspecto al que me quiero referir hoy en forma especial, para que así comencemos todos nosotros, que somos en realidad de verdad los responsables si esa fuerza, por inorganicidad, más o menos prolongada, llegase a un grado de destrucción en que no pudiéramos parar los acontecimientos, con lo que hubiéramos destruido también es te maravilloso instrumento que las circunstancias han puesto en nuestras manos y bajo nuestra responsabilidad.

Hasta ahora nos hemos desempeñado, por el apremio de las circunstancias, en un ambiente inorgánico y eso tiene múltiples inconvenientes que nosotros deberemos salvar si queremos presentar una lucha en las mejores condiciones en el campo político. De ello surge que es necesario, indispensable e imprescindible organizar nuestras fuerzas. ¿O no? Eso es lo que hay que determinar y ponerse a trabajar enseguida para realizarlo.

Es así que yo quiero traer en esta conversación una contribución personal a este problema para que, considerado por todos nosotros, podamos comenzar algo constructivo a ese respecto. En primer lugar, señores, quiero distraer la atención de ustedes para hacer una ligera consideración y observación del estado orgánico de las fuerzas políticas argentinas.

Señores: según mi concepto, en nuestro país todavía no han existido partidos políticos orgánicos. Nuestra vida política se desenvuelto en un medio de inorganicidad permanente, y esto es una verdad que ustedes conocen tan bien como yo. Podrá haber habido en los movimientos políticos argentinos algunos sectores orgánicos, pero eso no indica que el conjunto de las fuerzas políticas haya estado bien organizado. En primer término, un rápido análisis de cómo han funcionado los partidos políticos argentinos –y, al decir funcionado, quiero decir cómo han nacido, cómo se han organizado, como se han desenvuelto y cómo han terminado- podemos hacerlo dentro del panorama general, sin particularizarnos con cada uno de los partidos.

Todos los partidos políticos argentinos tienen un nacimiento circunstancial; parten de una revolución o de un movimiento no permanente. Que después, con el tiempo, hayan conseguido más o menos organizarse dentro de las formas generalmente inorgánicas en que han actuado todos los partidos es otra cosa; pero ninguno ha nacido como un movimiento real y efectivo, con todas las bases que un movimiento político debe realizar. Yo pienso que quizá dentro de los partidos argentinos hay una diversidad tal de factores que han actuado en su organización, que van desde  el sectarismo cerrado, comunista o socialista, hasta el liberalismo inorgánico de un Partido Radical. Uno materializado por una doctrina sectaria y el otro diremos, creado en forma permanente de disolución por un espiritualismo un poco teórico; y unidos y aglutinados sentimentalmente el uno y el otro, aferrados a formas rígidas disciplinarias que cierran la acción de los hombres para limitarla al dominio de un círculo estrecho de pocos dirigentes.

Ninguno de esos dos extremos es, en mi concepto, el tipo orgánico que nosotros debemos buscar. La historia demuestra que en estos partidos el resultado ha sido perfectamente claro dentro de la acción política. El uno se ha limitado por sectarismo, se ha encerrado por ese sectarismo que lo ha llevado a una limitación que  representa primero la detención y después el retroceso. El otro ha ido directamente a la disociación por falta de aglutinación material en el desarrollo de la acción política.

Por eso el fin de estos partidos que hemos visto funcionar en nuestro medio ha sido bien claro. Unos están terminando porque no pueden seguir progresando debido a sus sectarismos cerrados Y otros, por su organización divergente, se disocian formando distintas tendencias y llegando finalmente a plasmar en tantas banderas y colores que no alcanzan las banderas y los colores conocidos para distinguir a las distintas fracciones en que se divide su permanente trabajo de disociación.

Estas son realidades que nosotros debemos tomar como ejemplo, porque los partidos políticos argentinos de este tipo, como también del tipo nuestro, pueden seguir el mismo camino si su organización es divergente.

Es necesario organizar al partido en forma convergente, porque en caso contrario se destruye a sí mismo. Carecería de la necesaria cohesión de fuerzas.

Nosotros tenemos que llegar a esa organización porque de otra forma organizaríamos un partido destinado a disociarse y morir por atomización de la masa, que el fenómeno que han venido sufriendo la casi totalidad de los partidos argentinos.

En esta cuestión juega un factor de extraordinaria influencia, nacido en todas las organizaciones de la Revolución Francesa, cual es el exceso de soberanía o el exceso de fraccionamiento de la soberanía. Hablamos nosotros, en nuestra organización de una convención nacional que es soberana; de una provincial que es soberana y de convenciones locales que también son soberanas.

En una organización donde existe un escalonamiento de tantas soberanías es fácil que vayan unas contra otras trayendo la disociación permanente. La soberanía ha de ser general sobre el organismo, pero no puede ser parcial.

Si nosotros creamos sistemas de este tipo tendremos que asegurar la soberanía en cada uno de los organismos a crearse. Puede haber una soberanía general y si quieren también parciales, pero subordinadas todas a las decisiones de la general.

Si no procedemos de esta manera existirá un pecado original que tarde o temprano pagaremos con la disociación y disolución de nuestras fuerzas.

Aparte de este factor, existen otros agentes permanentes de disociación de los partidos surgidos de la Revolución francesa. El hombre es otro factor que juega en la organización al lado del organismo y éste nunca podrá ser mejor que los hombres que lo componen.

Las pasiones, la picardía y las ambiciones de los hombres y algunas veces también sus intereses, hacen fracasar a los organismos cuando avanzan en sentido equivocado.

Así como los organismos crean esas distintas soberanías, que están unas en detrimento de otras, los hombres crean círculos políticos dentro del partido. Esos círculos políticos también son elementos permanentes de disociación, y quizás sean los peores porque suelen estar animados por pasiones e intereses  que los organismos no tienen.

Esos círculos políticos que actúan en la forma que acabo de referir hacen que porco a poco la descomposición, que en un principio se reducía a la célula elemental, se extendía produciendo el resquebrajamiento del organismo y reduciéndolo a pequeñas partes en permanente lucha dentro de la misma tendencia.

A estas cosas nos acostumbraba la antigua política, porque siempre se actuaba dentro de círculos cerrados donde la masa no contaba gran cosa. Había dos o tres fracciones que se disputaban la hegemonía dentro del partido, se lanzaban a la lucha, se imponía una de ellas, y los desplazados hacían el sabotaje permanente con todos los perjuicios consiguientes. El círculo que imponía sus hombres iba a las elecciones mientras los demás eran sólo espectadores.

Nosotros hemos combatido esas prácticas adoctrinando desde el comienzo a la masa que interviene en el actor electoral haciendo que piense y discierna de por sí, porque el nuestro es un movimiento de masa y no de círculos políticos.

Hoy vemos que se repite el fenómeno de los círculos políticos dentro de nuestro partido, pero la masa ya no los acompaña y a menudo sale de los círculos políticos para seguir su propia voluntad. Afortunadamente, eso es salvador de nuestro movimiento.

Algunos creen que es indisciplina pero, en cambio es la autodefensa de las masas que actúan así para con caer en manos de los círculos políticos.

Por eso hemos dicho tantas veces que queremos que todos sean artífices del destino común y no instrumento de la ambición de nadie.

El día que organicemos nuestro movimiento no será posible la formación de círculos políticos, con lo que el movimiento habrá ganado mucho en el desenvolvimiento de su técnica interna para la dilucidación de sus problemas.



Juan Domingo Perón





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